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CAPITULO 23
Culpables
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No podía estar tranquila.
Horas
habían pasado desde que tuve el percance con Matt y aún no había
regresado. Estaba preocupada por él, realmente preocupada.
Tal vez
era presentimiento, o la marca en mi corazón que había dejado la
reacción de Edward cuando sintió que ya no tenía razones para vivir, dos
años atrás, que me hizo estremecer al pensar en las locuras que un
vampiro podía cometer cuando no estaba en todos sus sentidos.
¿Sería
Matthew capaz de reaccionar de mala manera luego de lo que había
pasado? Y si lo intentara ¿Podría yo, llegar a tiempo e impedirlo?
"
Eres culpable. Tú culpa. Solo tú culpa. Matt está pasando un mal rato por tu culpa." —Me repetía constantemente. Traté de relajarme, pero no pude.
Llevaba
sintiéndome de esta manera desde el instante en que él se marchó. La
mirada de tristeza de su hermano menor me carcomía el cerebro. Pueden
llamarlo masoquismo, pero no conseguía parar de reproducir aquella
imagen en mi cabeza, era como si mi subconsciente quisiera hacerme
sentir aún peor.
Cuando huí, no hice más que acurrucarme bajo las
sábanas de mi cama y frotar mi brazo con nerviosismo, reconfortándome a
mí misma. Necesitaba a alguien, no importaba quien, pero en ese momento
necesitaba a alguien.
…
Había oído algo acerca de la ley de
atracción, decía que cuando deseabas algo con cada fibra de tu cuerpo y
toda tu alma, y de verdad lo necesitabas, se hacía realidad o en su
defecto algo similar. Nunca creí en aquello hasta este momento, cuando
estaba derrumbándome y escuché unos pasos muy conocidos, acercándose a
mí.
— ¿Mamá?
Esa dulce voz era justo la que precisaba, la
única que me tranquilizaba al instante sin necesidad de decir ni una
palabra más. Mi hija era — junto a su padre — mi mundo, la luz de mis
ojos, mi salvación.
— Ven aquí, cielo. —le pedí, extendiendo mis brazos hacia ella.
Gateó por la cama hasta llegar a mi lado. La abracé y aspiré el aroma a fresias del nuevo shampoo, que desprendía su cabello.
— ¿Cómo has llegado hasta aquí? —pregunté una vez que volvió mi cordura.
— Tía Alice me ha traído —contestó y me tensé.
Alto… ¿Alice?
Debí
haber estado tan absorta en mis pensamientos que no oí siquiera sus
pasos al acercarla aquí. Esa cualidad de desconectarme del mundo
exterior por tiempo indefinido, avergonzaría a cualquier vampiro.
Siempre
pensé que en esta nueva vida, nada se me escaparía, y estaba muy
orgullosa de eso, pero al parecer existen algunas excepciones a esa
regla. Heme aquí. Lo molesto de todo esto es que me pasa muy a menudo y
resulta insoportable darme cuenta de lo qué me he perdido, una vez que
regreso a mi cuerpo. Edward nunca me había comprendido en ese aspecto,
mientras yo estaba enfadada por eso, él solo sonreía y le restaba
importancia.
— ¿Has dormido bien? ¿No tienes más sueño?
Tuve
que preguntarle, pues sus ojitos estaban un poco colorados e hinchados y
no de la manera característica del "recién despierto"
— Tuve pesadillas —susurró, frunciendo su ceño y haciendo una mueca.
— Oh, cariño —sonreí y besé su cabello — ¿Quieres contarme? Tal vez pueda ayudarte.
Negó con la cabeza frenéticamente casi al instante y escondiendo su rostro detrás de su larga cabellera, un gesto propio de mí.
Tomé
su barbilla para que me mirara y la alenté con otra sonrisa. Era un
método bastante efectivo para persuadirla, a sabiendas que lo mejor para
aliviar una pesadilla era contándosela a alguien.
Por un momento
se rehusó y usó el clásico método de enterrar su rostro en la almohada,
pero fue cuestión de segundos antes de que suspirara y empezara a
hablar.
— Prométeme que no te enojarás.
— Claro que no, te lo prometo.
Movió
un poco la cabeza de la almohada, dejándome ver la mitad de su rostro.
Rápidamente volvió a esconderse. Se veía realmente adorable, pero no
pude evitar sentirme atemorizada por los sentimientos que estaban
atravesando su pequeño corazoncito. Nunca antes me había esquivado de
aquella manera.
— Era papá… no quiero que se vaya
Sus palabras me cayeron como una bomba.
Cuéntame, le dije y no podía echar el tiempo atrás. Comenzó a llorar y se me partió el corazón en mil pedazos.
Mi garganta comenzó a arder, tragué la ponzoña
— Papá no se va a ir a ningún lado, cielo. Él nunca nos dejaría.
Y de pronto un recuerdo reciente vino a mí, el pánico me invadió.
Nunca
antes me había detenido a pensar en que tal vez los extraños sueños de
Renesmee podían llegar significar algo. Siempre pensé que eran solo
pesadillas como las que yo tenía cuando era humana, pero no las
relacioné con la realidad. Ni siquiera se me había ocurrido hacerlo.
Tres días antes del accidente con mi padre, mi hija había tenido una pesadilla.
…
Edward
apretó mi mano cuando escuchamos a nuestra pequeña moverse inquieta en
la habitación de al lado. Fruncí el ceño y lo miré fijamente, buscando
una respuesta. Entonces ya no habían quejidos, solo llanto.
En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba junto a la cama de Nessie intentando desesperadamente, despertarla.
—
Renesmee, cielo. Despierta.
Sin embargo, y a pesar de haber recobrado la conciencia, no quiso abrir sus ojitos y continuó llorando.
Hice
todo lo que estuvo a mi alcance para intentar tranquilizarla y nada dio
resultado. Conforme el llanto aumentaba, el sentimiento de impotencia
me carcomía. Edward sufría igual que yo, besó su frente y la acunó entre
sus brazos como cuando era una bebé, pero tampoco funcionaba. Su ánimo
comenzaba a decaer al igual que el mío.
Angustiado y
abatido, tiraba de sus cabellos con su mano derecha y mordía sus labios,
exprimiendo su mente buscando algo que le explicara que estaba pasando
con su princesita. Desesperado por ayudarla o al menos calmarla, agotó
todos sus recursos prácticos que había aprendido de una infinidad de
libros de paternidad. Cuando notó que nada resultaba, explotó.
—
¡Santo
cielo, me siento como un mal padre! ¡No se qué hacer! —gimió de
frustración luego de exhalar bruscamente todo el aire contenido en sus
pulmones.
—
¡No! ¡Edward, no! —Intenté convencerlo de que
estaba equivocado —A veces los niños tienen pesadillas, es normal. Ella
nunca había tenido una, por esa razón está tan abrumada y hace un
berrinche. Debemos tener paciencia, Reneé lo dijo.
—
Pero mírala. No puedo solo dejarla llorar, no puedo…
Y
no era lo que le estaba pidiendo. Además sabía se sobra que Edward
nunca dejaría que Renesmee llorara sin su consuelo. Nunca lo había
hecho, incluso en las más ridículas rabietas.
Ella había tenido una pesadilla, estaba segura. Y cuando se tranquilizara podríamos saber que la atormentaba de ese modo.
Luego de diez minutos de llorar en nuestros brazos, se calmó. Hipando, comenzó a relatarnos su mal sueño.
—
El abuelito Charlie… el abuelito Charlie —sollozó.
—
¿Qué sucede con el abuelito, corazón?
—
Estaba lastimado… alguien malo le hizo daño…Mami tengo miedo
Esa
noche, o lo que restaba de ella, Renesmee durmió en nuestra habitación.
No volvió a tener pesadillas en aquel día, pero eso no nos quitaba el
disgusto de que pudiera volver a pasar.
Y en efecto, volvió a suceder.
Su
segunda pesadilla nos incluía a Matthew y a mí peleando. ¿Coincidencia?
Una es casualidad, dos son una extraña y sorprendente coincidencia,
pero tres… si esta pesadilla se convertía en realidad, entonces debería
considerar la posibilidad de que mi hija poseía más de un don, y éste se
asemejaba al de Alice.
…
Edward llegó unos minutos más
tarde. Parecía preocupado y se acercó a paso cauteloso. Se quedó mirando
a Nessie dormir entre mis brazos hasta que clavó su mirada en mí.
A
juzgar por el dolor en sus ojos, deduje que algo debían tener los míos,
pues solo bastó una mirada para que se pusiera en el plan de marido
comprensivo. Tu dolor es mi dolor… pero yo no quería preocuparlo
contándole lo que acababa de descubrir aunque sabía que era mi deber
decírselo. Aunque tal vez él podría hacer algo, lo entendería… o
llevaría su preocupación al límite.
¡No! Edward es muy inteligente, el sabrá que hacer. O tal vez…
— Déjame llevar a Renesmee a su cuarto —susurró pasando sus brazos alrededor de su cuerpo para llevarla.
Al principio lo dejé, pero me llevó un fracción de segundo darme cuenta de lo que vendría después.
— ¡No! ¡Oh, no, Edward! —protesté en voz baja, evitando despertar a mi hija. —Déjala dormir aquí. Mírala, está tan cómoda…
Sabía
que si se la llevaba me acorralaría para hablar sobre lo ocurrido. De
verdad no me importaba si se trataba del asunto de Matthew, pero en
cualquier momento se me escaparía de los labios lo referido a la
pesadilla de Nessie. Y de verdad, yo no quería preocuparlo.
—
Bella… — suspiró. Se notaba en su expresión que no estaba seguro y que
no daría su brazo a torcer. Teníamos que hablar. —Espérame un momento.
La arroparé y hablaremos. —Giré mi cabeza a un costado mientras él
tomaba en brazos a Nessie. Desocupó una mano para sujetar mi mentón y
obligarme a mirarlo. Sus ojos estaban en blanco, escondiendo todo
sentimiento —Bella, mírame.
Hablaremos.
Salió de la
habitación y me sumí en el silencio maquinando un plan para evitar
hablar de aquello, pero me di cuenta que era imposible. ¿Cómo podría
ocultarle algo a Edward? ¿Cómo podría mantener en secreto mis
preocupaciones cuando se trataba del amor de mi vida? Y lo más
importante ¿Se haría realidad aquella pesadilla?
Mi cabeza daba vueltas sin rumbo alguno, volviendo siempre al mismo pensamiento… "Edward. Edward nos estaba abandonando"
Me
encantaría poder asegurar que el sueño solo se trataba de una simple
coincidencia, pero por alguna extraña razón mi pecho se contraía y me
invadía una sensación de amargura cada vez que intentaba convencerme a
mi misma de aquello. Y ¿Cómo podría convencer a los demás de que todo
estaría bien si no podía estar segura yo misma? Estaba hecha un completo
desastre y no tenía la más mínima idea de cómo superarlo. ¿De verdad
nos abandonaría? Tal vez solo se trataba de algo insignificante que
había sido sacado de contexto, no podría saberlo con exactitud.
Aquel
raro y atemorizante presentimiento ocupaba gran parte de mi conciencia.
Traté de ignorarlo cuando oí a Edward a tan solo unos pasos de mi
lugar.
"
Tranquila Bella, puedes hacerlo. No preocupes a Edward en vano"
— Entiendes que me he enterado de todo ¿Verdad? —dijo, recostándose a mi lado.
Asentí
lentamente con resignación, pero también con alivio por el tema al que
se dirigiría la discusión. Si lo distraía lo suficiente con mi percance
con Matt probablemente lo interpretaría como la única razón de mi
inquietud. Con un poco de suerte, no me haría hablar más de lo que él
creyera necesario.
— Cielo, no ha sido culpa tuya…
— Si lo fue. Es mejor admitirlo que seguir ignorando mi increíble facilidad por arruinar las cosas.
Pude
notar de reojo que fruncía el ceño, como cada vez que contradecía sus
palabras cuando estaba tan convencido de tener razón. Pero la verdad era
que la culpa había sido mía y solo mía.
Suspiró y tomó mi mano para besarla en un gesto dulce. Luego me dio un apretón y se dedicó a jugar con un mechón de mi cabello.
— Hay algo que te he estado ocultando — soltó de repente.
Me
extrañó tanto que Edward me estaba escondiendo algo que me senté de
golpe y clavé mi mirada en sus ojos. Parecía realmente perdido en sus
preocupaciones.
Entonces recordé que yo también tenía mi secreto y
no estaba en mis planes el que él se enterara. Pero ¿De qué se trataba
su secreto? A juzgar por su expresión, se trataba de algo grande,
verdaderamente grande.
Después de tanto tiempo, estoy aquí de regreso. No tengo excusas pero estoy aquí.
El
próximo capítulo está el proceso y es el penúltimo. Está escrito en
tercera persona porque se viene una gran tormenta y debemos
concentrarnos en las emociones de tres personas. No es muy largo porque
como saben, no me gusta escribir capítulos largos.
Espero poder terminarlo para este viernes, en todo caso ya estoy escribiéndolo.
Rezo
para que la inspiración no se me escape otra vez y pueda terminar el
fanfic antes del segundo aniversario de mi blog. Creo que todos estamos
un poco desconcentrados por los acontecimientos en el mundo Robsten pero
debemos seguir adelante... Estaré en contacto por Face y Twitter.