martes, 16 de agosto de 2011

♥ SFT - Capítulo 6 ♥


CAPITULO 6
El principio de nuestro destino... (completo)


… —Ella dejó de ser Bella…
“Dejó de ser Bella, dejó de ser ella”… palabras que resonaban en mi cabeza,  taladrando mi muerto corazón.
¿Podía un corazón congelado volver a latir y luego morir de amor?
¿Podía mi ser, sufrir aún mas?
Culpa… esa era la palabra. Pero no tan solo eso, sino porque no podía vivir sin ella.
“No puedo vivir en un mundo en el que tu no existas” le había dicho.
—¿Edward? —murmuró Ángela, sacándome de mis pensamientos —¿En que piensas?
“¿Que le sucede? Se ve realmente mal”
Me conmovió el hecho que por primera vez después de varias décadas, alguien se preocupara por lo que pasaba en mi cabeza.
—En que nunca tuve que haberme ido —le confesé sin siquiera pensarlo dos veces.
“Aún la quiere ¡Lo sabía! Si se veían el uno para el otro, en sus tiempos. Ojalá no sea demasiado tarde para que la recupere. Los dos se merecen…·
—Eso espero… —mascullé para mí mismo.
POV Mayree
Encendí el incienso y las velas como todas las mañanas, ví a mi sobrino rodar los ojos. Sabía lo que pensaba “Esa vieja loca con sus brujerías” Pero ser la líder espiritual de los Quileute no era ninguna broma, lamentablemente nadie me entendía.
Vivía con los Makaha antes de encontrar LaPush. Pude ver, en una de mis visiones algo catastrófico acerca de mi pueblo originario, por lo que no tuve mas remedio que huir de allí.
En esta reserva me acogieron como una integrante importante debido a mi conocimiento de su mitología, su “secreto”.
De repente un incómodo peso, cayó sobre mis párpados y una punzada atravesó mi cabeza.
Daniel, mi sobrino, preocupado por el gemido que profirió mi boca, me tomó del brazo y me obligó a recostarme. No entendía que me pasaba, pero hace días que me sentía de esta forma.
Un raro perfume, emanado por el incienso, penetró mi nariz haciéndome lagrimear por la quemazón que me atacó. Era demasiado fuerte, y nunca lo había sentido. Bueno, tal vez en una sola ocasión, sin embargo ya habían pasado años de aquello.
Sin dejarme buscar una explicación, caí en la inconsciencia y todo se volvió negro…
Una parte de mi conciencia luchaba por controlar mi cuerpo, pero la otra me sujetaba con tanta fuerza como si quisiera que me quedara en ese lugar.
Un extraño paisaje apareció ante mí.
Un bosque y una casa grande.
Sombras de personas… no podía ver sus rostros. Eran borrosos.
Pálidos… rodeados por una aureola de luz.
Una joven, preciosa morena de rostro peculiar y una sonrisa celestial.
Pero esa sonrisa no duró mucho… no podía verle los ojos, solo sus labios curvados hacia abajo. Una lágrima descendió hasta caer por su barbilla.
Un prado… jamás lo había conocido.
De nuevo un cuerpo borrón, pálido y brillante.
Se oyó un grito desgarrador… un alarido de sufrimiento y angustia.
La joven estaba sola ahora. Rodeada por… nada.
Todo dio un giro drástico cuando apareció un escenario demasiado normal, realista y… conocido. Era la pequeña sucursal de wall—mart en Forks, que no hace mucho que existía.
Otra vez apareció la morena, pero esta vez estaba diferente. Tan solo con verla de espalda podía darme cuenta que ya no era una joven, sino toda una mujer. De su mano colgaba un niño. Un querubín con su mismo color de cabello y tez de la piel.
De repente el niño desapareció y ella lo buscaba frenéticamente. Gritaba su nombre, pero yo no podía oírlo. Hice un enorme esfuerzo por mirar su rostro completo, pero no pude. Ella giraba su cabeza a tal velocidad que me era imposible siquiera intentarlo.
Aquella imagen del ser pálido y brillante, captó de nuevo mi atención. Parecía un hombre, sin embargo no podía ser real. Era totalmente sobrenatural… un fantasma.
Cerca del fantasma se hallaba el niño de la morena.
El pequeño se le acercó con lágrimas en sus ojos y el fantasma le abrazó.
Pero eso no era bueno. El ser pálido no estaba allí para ser bueno. El no podía traer mas que desgracias.
Sentí mi pecho aplastarse. Un peso horrible. Algo estaba por suceder…
“Todo está sucediendo de nuevo” escuché en el aire.
“No hay marcha atrás”
“El está aquí. Regresó por ella”
“Solo va a herirla”
Todos esos susurros en medio de la nada me exasperaban. La cabeza me mataba. Solo quería arrancarlos de una vez.
“Todo sucederá como la última vez, nada lo cambiará”
“Es el destino, es su complemento. No hay vida más allá de esto”
“Siempre fue así y así será”
“Curiosidad, desprecio, cariño, despecho, el olvido, memorias, heridas, el pasado y   el futuro en un sola persona. No existe el presente, siempre fue así”
—Solo soy yo, siempre lo fui… el único —me estremecía ante la voz del fantasma. Era casi humana, a pesar de aquella perfección. Esa entonación seducía, incitaba a seguirle —Lo lamento, pero ya he vuelto…
Mi corazón dio un brinco de mi pecho al ver a la morena caer inconsciente en los brazos de él.
Y pude verlo todo…
No era un fantasma, era la perfección en un cuerpo humano. Piel nívea, cabellos de oro y unos ojos… dorados como el sol. Y la morena… aquella mujer… era Isabella.
Volví a mi cuerpo después de tal epifanía. Me incorporé con un grito que sobresaltó a mi sobrino.
—¡Tía! ¡TIA! —exigió mi atención con la voz quebrada —¿¡Que ha sucedido!? No has parado de hablar en sueños, pero… cosas… ¡Demonios, me asustas tía!
Sus palabras me hicieron caer en la realidad.
Debía advertirle, debía protegerla, evitar lo que acababa de ver.
—Isabella… la joven Isabella —mascullé, con lo poco de voz que me quedaba. Daniel me observaba lleno de espanto. —¿¡Donde está?! ¿¡Donde?! —inquirí desesperada.
No quedaba mucho tiempo…
—Espera, tía. Por favor —me pidió, Dan aún con miedo en los ojos. —No se de que estás hablando.
—Debo encontrarla… —insistí
—¿A quien?
Corrí hacia la puerta con mi sobrino pisándome los talones.
El intentaba sujetarme para que me tranquilizara. Pero yo sabía que el tiempo se estaba agotando, y por mas fuerte y doloroso que resultaba, me zafé de su agarre.
Daniel gritaba mi nombre y pude escuchas sus pasos detrás de mi. No me giré, solo continué buscándola con la mirada. Todos los presentes me observaban intrigados.
Pregunté a uno por uno por su paradero, y nadie me daba la respuesta que quería escuchar.
Los miembros de la manada no se encontraban así que corría hasta la casa de Billy Black, esperando encontrar la solución por medio de él.
Apenas llegué, toque con demasiada efusividad su puerta. Al recibirme y verme tan alterada, me invitó a entrar y no pude hacerle entender que andaba con prisa. Obligada, acepté a sentarme en su comedor esperanzada de que eso me ayudara a líbrame mas deprisa si no insistía mucho.
Tragué en seco cuando me percaté de que haber venido hasta acá había sido en vano, pues no sabía nada de ella. Aparte del hecho de que no contaba con la ayuda de la manada Quileute.
Al parecer habían surgido unos inconvenientes con la tribu cercana, los Makaha y todos debieron ir al encuentro dejando solo al joven Brady a cargo de la seguridad de la reserva.
Mi desesperación aumentó cada segundo que pasaba sin obtener información acerca de Bella. No podía soportar esa sensación de que estaba en peligro.
Continué buscándola, hasta en casa de Emily, esposa del alfa de la manada. Ella tampoco supo ayudarme con mi problema.
Estaba a punto de contarle de que se trataba cuando recordé la última vez que le había advertido de una de mis visiones y solo pensó que estaba demente. En este lugar no se podía confiar en casi nadie.
Volví a mi punto de inicio, esperanzada de encontrarla caminando hacia su casa, pero no hallé mas que gente en su rutina diaria y un Daniel con el ceño fruncido y muy molesto.
—¡Mayree me has dado un susto de muerte! —me reprochó. Sabía que estaba muy enfadado puesto a que solo me llamaba por mi nombre en aquellas ocasiones. No tenía mas tiempo como para escuchar sus sermones de que soy una mujer de avanzada edad y hay muchos peligros.
—No entiendes, yo… —intenté explicarle
Me interrumpió con un bufido
—Lo que no entiendo, es como una mujer grande puede salir corriendo sin decirle nada a su sobrino, que por cierto es su responsable, y andar por ahí como loca tan despreocupadamente —exhaló con frustración y se tapó la cara con una mano —¿No sabes que me preocupo por ti? —rodeé los ojos, algo poco común en mi —Y porque me preocupas, voy a decirte que dejes de buscar a Bella porque se ha ido a comprar comestibles. Llevó a Tony, no hay porqué exasperarse porque están absolutamente bien. ¿Estás feliz?
Me quedé sin aliento por sus palabras, no podía respirar.
—¿Bbbella? —articulé a duras penas —¿Dde ccompras?
—Si, de compras —confirmó mis temores —cuando saliste echando diablos, gritando el nombre de Bella, le pregunté a todos si te habían visto. Dijeron que te dirigías a lo de Billy Black. Pensé que tal vez él te retendría un poco y decidí encontrar a Bella para que te quedaras mas tranquila, de paso te conseguiría un calmante. Entonces vi a Brady y supuse que el sería quien mejor pudiera ayudarme, no me equivoqué. —Sonrió con suficiencia, orgulloso de su intuición —Entonces, me contó que planeaba salir de compras para reponer víveres y el pequeño Tony se le colgó de las piernas. No se nada mas que eso.
Todo estaba dicho…
El destino no podía detenerse y yo no evitaría lo inevitable…
Solo rogué porque esto no tuviera consecuencias terribles.

Edward POV
—¡Demonios, Alice! ¡Solo dilo! —exasperé, luego de tanta súplica amable.
Por mas que se lo pedí con suaves palabras, mi hermana no quiso decirme nada.
Cansado de todas las suposiciones, las historias cortas e incompletas sobre la vida de Bella después del incidente, tan solo necesitaba un asentimiento de Alice. Tan solo una garantía de que todo lo que se oía era mentira.
No, no quería creerle cuando me dijo “ella es infeliz”. Mi Bella no merecía serlo, y para el colmo, nadie en este pueblo me podía decir con exactitud que había sucedido con ella.
Simplemente… desapareció.
Y la única persona que sabe toda la historia y se atrevería a contármela, me ignora por completo al momento en que se toca el tema. Pero aún no me daría por vencido, en algún momento la verdad llegaría a mis oídos, así tenga que hurgar en la mente de cada habitante de Forks.
—Si te lo digo lo echarás a perder, Edward —repitió por enésima vez —Todo a su debido tiempo. Te prometo que no falta mucho para que lo sepas por tus propios medios. —iba a continuar insistiendo cuando una tos, proveniente de su garganta, me distrajo. Lo habría dejado pasar, pero los vampiros no tosemos. Al menos naturalmente.
Sus ojos se perdieron en un punto fijo, y brillaron como nunca lo habían hecho en los últimos siete años.
Al clavar la mirada en su objetivo, me percaté de un niño moreno. Movía su cabeza hacia todos lados, frenéticamente; su rostro descompuesto y sus acciones daban a pensar que estaba perdido.
—Ahí está —oí murmuras para si misma a Alice. La notaba sorprendida y abrumada.
Intenté llamar su atención, pero no recibí ninguna respuesta. Ella estaba embobada en el pequeño.
Fue entonces que me percaté de algo importante. Algo muy inusual y que solo había experimentado una vez con un humano.
Su mente… no estaba bien.
Podía oírlo, pero segundos después ya no, hasta que volvía por un instante más. Decidí intentar otra técnica, no era normal el que cortara sus pensamientos espontáneamente.
Volví a concentrarme en la zona en la que se encontraba el niño y puse atención; guardé silencio y… nada. El no se había ido, por lo tanto no debería haber  ningún impedimento para usar mi don. Contrariado, fijé mi vista hacia el objetivo para comprobar inútilmente que no me equivocaba, seguía allí.
El silencio reinaba, como si el lugar se encontrara desierto.
No escuchaba siquiera un mediocre susurro.
Entonces me clavé en sus ojos, como último recurso y… ¡mierda! Quedé trabado en sus grandes orbes marrones. No solo ese clásico marrón, sino un hipnotizante color chocolate, el cual creía perteneciente de una sola persona.
Me percaté de que, inconscientemente caminaba hacia él. No recordaba el querer hacerlo, solo que mis pies se movían con una urgente necesidad cada vez más cerca del niño.
Era un ángel, un perfecto querubín moreno, de los que se leían en los libros de ficción. A diferencia que los ángeles no lloraban, y el se encontraba desconsolado con sus lágrimas cayendo por sus sonrosadas mejillas.
—¿Niño, estás bien? —no pude contenerme en preguntarle cuando estuve lo suficientemente cerca como para arrodillarme y estar cara a cara.
—Nno… —sollozó y se me rompió el corazón al verle de aquella manera.
Nunca en toda mi existencia, un pequeño lograba causar lo que él había hecho conmigo.
—¿Qué te sucede? —inquirí, mas desesperado de lo que debería. No entendí porque casi pude sentir un corazón palpitante en mi.
Los corazones muertos no laten” me reproché.
—Mmi mama —dijo con la voz quebrada —nno encuentro a mi mamá —rompió en un feroz llanto —Por favor, buen señor, ayúdeme a encontrarla.
Asentí de inmediato, no podía negarle nada. Y no comprendía el porqué me sentía extrañamente unido a él.
—Por favor, no llores —le pedí, contemplándolo con mi corazón cayéndose en pedazos. —Buscaremos a tu mamá. ¿Cómo te llamas?
—Anthony —respondió entrecortadamente debido a las pequeñas convulsiones que provocaba el llanto.
Su nombre me llamó aún mas la atención, pues tampoco era usual en Forks y coincidía con el mío.
Otra vez, me invadieron las ganas de consolarlo y abrazarlo.
—Tranquilo Anthony, llevaremos con tu madre de nuevo y estarás bien, ¿verdad Alice…? —al darme la vuelta, no encontré a mi hermana por ningún lugar. Habría salido en su búsqueda, pues su actitud era muy sospechosa. Sin embargo, le había prometido algo a Anthony.
Me explicó que se había alejado del mercado por perseguir a un ciervo que andaba suelto por las calles y que cuando quiso regresar, no reconoció el camino. Pues, sin darse cuenta, se había alejado demasiado.
El no lograba articular ni una frase con coherencia. Supuse que por el nerviosismo o por estar atemorizado.
En la mayoría del trayecto al mercado, le pregunté por el nombre de su madre y no supo responder puntualmente. No importaba, de todos modos la reconocería.
La describió como una mujer delgada y, de cabellos largos y castaños. No la detalló, y se preocupaba cada vez mas a medida que nos acercábamos a destino.
En cuanto estuvimos frente al nuevo local, me sostuvo de la mano sin importarle mi temperatura, tomando en cuenta que la de el era peculiarmente  cálida.
—Mi mamá… ¡mama! —gritó agitando la mano, llamando la atención de una persona.
Y fue entonces cuando la vi… y no lo pude creer.
¿Infeliz?
Era ella, mi Bella. O tal vez ya no era mía…

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