Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de Lynne Graham. Yo solo me dedico a adaptarla a nuestra tan amada saga.
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Capítulo 6
Mis dudas y tu sinceridad
El oficial se presentó como Mike Newton y saludó a Edward con una amable disculpa por su intrusión. Mike era el oficial superior de la persona que había preparado el informe sobre los tratos de James Gigandet con los constructores que se iban a encargar de construir los chalets. Al parecer, tras recibir lo que se les debía a través de un representante de Edward, habían decidido retirar la denuncia. Sin embargo, el oficial consideraba que no estaría bien permitir que un extranjero deshonesto se librara de ser sometido al proceso judicial que merecía.
—Nunca ha sido mi pretensión que ese fuera el resultado —dijo Edward.
—En ese caso, debo pedirle que persuada a las víctimas de la estafa para que no retiren la denuncia. Solo quieren hacerlo por respeto al nombre Cullen, pero, dadas las circunstancias, un hombre de negocios de su reputación no tiene nada que ocultar o temer.
Mientras tomaban un té, Edward explicó a Mike Newton el resto de la historia. Tras ponerle al tanto de la presencia de Bella en Turquía y de la completa ignorancia de esta sobre las actividades fraudulentas de su cuñado, le relató todo lo que había sufrido su familia a causa de este.
—Se enfrenta a la ruina por culpa de Gigandet —concluyó con pesar—. La familia Swan nunca dejará de lamentar el día en que la hermana de Bella se casó con ese tipo.
—¡Incluso se han quedado sin casa! El padre cometió un terrible error al confiar tan ciegamente en su yerno —dijo Mike a la vez que hacía un expresivo gesto con las manos—. Sin embargo, ¿quién no desea fiarse totalmente de un miembro de su familia?
—Si quiere hablar con Bella, le agradecería que esperara hasta mañana. Ya se ha retirado a dormir.
—Supongo que la joven debe estar terriblemente afligida por todo lo que ha averiguado desde su llegada. De momento, no veo motivos para molestarla. Sin embargo, si la situación cambia, sabré dónde encontrarla.
Cuando el oficial se fue, Edward volvió al dormitorio, donde encontró a Bella profundamente dormida. Tenía un aspecto tan encantador que, de no saber lo agotada que estaba, tal vez se habría sentido tentado a despertada de nuevo. Había puesto su honor en juego para que, a pesar de que figuraba en los papeles como directora de la agencia, no apareciera de ningún modo asociada a las actividades fraudulentas de su ex cuñado. Y lo había hecho gustoso. En compensación, Bella debía explicarle qué estaba haciendo en aquel hotel con Gigandet tres años atrás y, sobre todo, porque había elegido mentir al respecto. Necesitaba aclarar de una vez por todas, la única duda que le quedaba sobre ella.
Hacia el amanecer, tras un largo y reparador sueño, Bella abrió los ojos y vio a Edward sentado en el alféizar de una ventana, con la pierna extendida y la mirada fija en ella.
—¿Qué sucede? —preguntó, inmediatamente consciente de su tensión.
—No podía dormir. Me ronda la cabeza algo que siempre he querido preguntarte.
Bella parpadeó mientras él se acercaba a la cama.
—Aún no estoy totalmente despejada... pero adelante
—En cierta ocasión, te vi saliendo de un hotel con el marido de tu hermana.
Desconcertada por las palabras de Edward, Bella se puso pálida al recordar aquella desagradable experiencia.
—¿Pero cómo pudiste verme?
—Mi contable estaba alojado en el mismo hotel aquel fin de semana y yo acababa de dejarlo allí.
Estaba en el aparcamiento cuando te vi entrar y esperé a que salieras...
—Si me viste, ¿por qué no lo mencionaste? —preguntó Bella, cada vez más perpleja y molesta—. ¿Por qué no te acercaste a mí?
—Sin embargo, aseguraste que no habías salido de la agencia en toda la mañana—concluyó Edward, ignorando su interrupción.
—¡De manera que te sentaste a observar sin advertirme que estabas allí! —espetó Bella sin ocultar su irritación—. ¡Y luego me hiciste contarte una mentira inofensiva!
—¡Deberías haberme contado la verdad! —replicó Edward, molesto por el hecho de que Bella se atreviera a cuestionar su comportamiento cuando era el de ella el que estaba siendo cuestionado.
Bella apartó las sábanas y salió de la cama.
—¿Acaso no has mentido nunca en tu vida para evitar una situación embarazosa?
La mirada de Edward se endureció.
—Estás evadiendo la cuestión...
—¡Por lo que a mí respecta, la verdadera «cuestión» es tu total falta de decencia al ponerme una trampa como esa! ¿Qué me dices de la confianza? ¿y de la sinceridad?
—No te mostraste digna de mi confianza —dijo Edward con un desprecio que para Bella fue como un latigazo.
Al ver que él bajaba la mirada hacia sus pechos y darse cuenta de que estaba desnuda, Bella se cruzó de brazos a la defensiva.
—¡No me digas! —replicó en tono sarcástico. —¡Explícame por qué motivo tuviste que decirme esa mentira! —espetó él.
Los labios de Bella se comprimieron en una tensa línea. Aquel día, tres años atrás, hizo lo que hizo por cubrir las apariencias. Prefirió mentir a admitir que su supuestamente feliz familia estaba muy lejos de ser lo que parecía.
—James tenía una aventura —admitió con una amargura que hizo que Edward la mirara con más atención—. Y no era la primera. Desafortunadamente, aquel día Alice estaba desesperada por encontrado porque Irina había sido ingresada urgentemente en el hospital y no lograba localizado en su teléfono móvil. Pero yo tenía una idea bastante acertada de dónde estaría. ¡El cotilleo local sugería que siempre llevaba a sus amantes al mismo hotel!
—¿Me estás diciendo que mientras tú y los demás sabíais que James era un mujeriego, Alice no estaba al tanto de nada y decidisteis protegerla manteniéndola en la ignorancia?
Bella alzó la barbilla con gesto desafiante.
—¿Y por qué no?
—¡Porque así también protegías al miserable de tu cuñado!
Bella miró a Edward con auténtica furia por haberla atacado. La inquebrantable creencia de su padre de que lo sucediera en el matrimonio de Alice no era asunto suyo había sido el primer eslabón de la cadena que la había obligado a guardar el secreto.
—¡Yo no pretendía defender a James! Irina estaba llorando porque quería ver a su padre... ¡Eso era lo único que me preocupaba aquel día!
—¿Y por qué tardaste tanto en salir del hotel con Gigandet? —preguntó Edward con dureza.
—Porque hice que llamaran a su habitación desde recepción y nadie contestó —explicó Bella—. Fui al bar y al restaurante, pero James no estaba allí. No quería subir a su habitación, pero al final no me quedó más remedio que ir a llamar a su puerta.
Edward consideró aquel relato bastante asombroso, por no calificarlo directamente de irreal. Sin embargo, Bella lo había narrado como si no hubiera tenido otra opción. Podría haber creído que hubiera elegido permanecer en silencio la primera vez que se había visto enfrentada a la infidelidad de su cuñado, pero pretender que creyera que había pasado por alto más de una aventura y que se había rebajado a ir a buscar a Gigandet en el lugar en que estaba perpetrando su adulterio ya era demasiado. Pero era evidente que Bella no veía nada extraño en lo que acababa de confesar. Sin embargo, advirtiendo a Gigandet había protegido la situación de él en el círculo familiar y había evitado que sufriera las consecuencias de sus actos.
—¿Por qué no me dices de una vez toda la verdad? ¡Estabas enamorada de James Gigandet!
Al oír aquello, Bella se quedó horrorizada.
—¿Cómo puedes acusarme de algo así?
—Es la única explicación que tiene sentido después de lo que me has contado —replicó Edward—. ¡Me voy al hamam antes de que me vuelvas completamente loco!
¿El hamam? Los baños, recordó Bella distraídamente, el gran edificio abovedado que había en el patio y que había supuesto que ya no se usaba. Edward salió dando un portazo y ella se llevó una temblorosa mano a la frente.
«Estabas enamorada de James». Se estremeció al pensar en las palabras de Edward. ¡Qué bien había hecho no contándole el desagradable trato que había tenido que soportar de James hasta que se había ido de casa!
Pero lo que más asombrada la tenía era el papel que Edward había desempeñado en lo sucedido tres años atrás. Aquel mismo día, después de haberla visto en el hotel, después de que ella le hubiera mentido, lo llevó al aeropuerto y nunca más volvió a tener noticias suyas. ¿Sería posible que Edward la hubiera dejado a causa de aquella mentira? Una tormenta de emociones agitó su pecho al pensar aquello: rabia, intenso pesar, frustración... ¿Tan difícil era comprender que no había tenido otra opción?
No estaba dispuesta a permitir que Edward se refugiara en aquellos momentos en el hamam, donde sin duda creía que iba a dejarlo en paz. Se puso rápidamente la bata y salió del dormitorio.
Cuando entró en el edificio en que suponía que estaban los baños se encontró en un opulento vestuario con duchas, cubículos para cambiarse y varias estanterías con toallas. Se quitó la bata, se envolvió en una toalla y salió a la piscina cubierta.
Mientras se fijaba en una toalla abandonada en el suelo, junto al borde, la oscura cabeza de Edward rompió la superficie del agua. Nadó hacia las escaleras y salió de la piscina, desnudo, magnífico. Luego, tomó la toalla sin darse cuenta de la presencia de Bella.
Ella sintió que la boca se le hacía agua mientras lo miraba. Intensamente ruborizada, vio cómo se abultaban los flexibles músculos de sus brazos mientras se secaba el pelo.
—¿Edward...? —susurró, sintiendo que la vergüenza sustituía al enfado y la frustración que le habían hecho seguirlo hasta allí.
Él no había oído en toda su vida una voz de mujer en el hamam, y no ocultó su sorpresa. Era posible que algunos turistas estuvieran dispuestos a bañarse en grupos mixtos, pero sus compatriotas eran mucho más inhibidos y jamás soñarían en usar una casa de baños junto con alguien del sexo opuesto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó a la vez que rodeaba su cintura con la toalla.
—Necesitaba hablar contigo sobre lo que has dicho... y explicarme.
—¿Y eso no podía haber esperado?
Bella decidió ignorar la pregunta.
—En una ocasión te mentí, pero quiero que comprendas cuál era la situación por aquel entonces. La primera vez que. vi a James con otra mujer solo tenía quince años. Se lo conté a mi padre, pero este me dejó bien claro que no quería saber nada y se enfadó mucho conmigo.
Desconcertado por lo que acababa de oír, Edward se acercó a ella.
—¿Contigo? ¿Tu padre se enfadó contigo? ¿Pero cómo pudo enfadarse contigo?
—Piensa en cómo eran las cosas en mi familia por entonces. A papá siempre le había caído bien James, y confiaba en él. Ya les había cedido su casa a Alice y a él, y había permitido que James se fuera responsabilizando cada vez más de la agencia...
—Tu padre temía que se hundiera el barco —dijo Edward, comprendiendo al instante por qué había adoptado aquella actitud el padre de Bella.
—Papá opinaba que su matrimonio y lo que sucediera en él era asunto privado —Bella no pudo contener un sollozo—. Puede que hasta cierto punto tuviera razón, porque Alice era feliz con James. Lo adoraba y pensaba que era perfecto... ¡pero él nunca le fue fiel!
Molesto por no haber apreciado la complejidad de la situación, y por el hecho de que Bella se hubiera visto expuesta a las miserables costumbres de Gigandet cuando aún era tan joven y vulnerable, Edward pasó un brazo por sus hombros para manifestarle su apoyo. Bella se había visto envuelta en un sórdido secreto familiar y le habían dicho que permaneciera en silencio. Que su padre le hubiera hecho soportar aquella carga escandalizó a Edward, pero que Bella hubiera seguido respetando ciegamente la prohibición de mencionar el tema cuando ya tenía veintiún años, y que incluso hubiera sido capaz de mentirle para proteger a James, seguía resultándole preocupante.
—Fue horrible compartir la casa con él sintiéndome culpable por lo que sabía y por lo que Alice no sabía. Llegué a odiar intensamente a James, y cuando empecé mis estudios en la universidad, apenas iba a casa para no estar cerca de él —de pronto, Bella se apoyó contra Edward y comenzó a sollozar de modo incontenible.
Edward estaba a punto de preguntarle que, si aquello era cierto, por qué antes de conocer a su familia, y antes de saber quién era Gigandet, había visto a este en una ocasión saliendo de su apartamento en Londres. Sin duda, aún había algunas pequeñas inconsistencias que aclarar, pero no podía dudar del genuino dolor que había causado a Bella con sus acusaciones.
—Lo siento —dijo ella con voz temblorosa—. Siento haberte mentido...
Edward tomó su rostro entre las manos.
—Ahora ya no importa, y ese miserable de Gigandet no merece tus lágrimas —dijo, a la vez que frotaba delicadamente las mejillas de Bella con sus pulgares.
En un instante, sin poder contenerse al tenerla tan cerca, reaccionó con todo el fuego de su apasionado temperamento. Pasó una mano tras su cabeza, la atrajo hacia sí y la besó con tal intensidad, que ella dejó escapar un gritito de sorpresa.
—No puedo resistirme a ti... —murmuró contra su boca—. Te miro y siento que un incendio devora mi cuerpo.
Aquellas palabras bastaron para que un deseo repentino e incontenible se apoderara de Bella, que no protestó cuando la hizo tumbarse allí mismo, en el suelo y, sin dejar de besarla, retiró a ambos lados de su cuerpo la toalla con que se había envuelto.
Temblando, vio que la ardiente mirada de Edward descendía hasta detenerse en sus pechos, cuyos pezones parecían buscar con descaro sus caricias.
Como si hubiera leído el mensaje que estos le enviaban, él inclinó lentamente la cabeza y deslizó la lengua sobre uno de ellos a la vez que con una mano separaba los muslos de Bella para acariciarla dónde tanto estaba deseando ella que lo hiciera.
La excitación se apoderó de ella en una oleada de tal intensidad, que a partir de aquel momento no supo lo que hacía. Edward siguió acariciándola a su antojo, hasta que la conciencia de Bella quedó exclusivamente centrada en las increíbles sensaciones que su cuerpo era capaz de alcanzar. Cuando un devastador clímax se apoderó de ella y la elevó hasta cimas inconcebibles de placer, un prolongado y gutural gemido escapó de su garganta a la vez que se aferraba a Edward, extasiada. Solo después se dio cuenta, avergonzada y confundida, de que había alcanzado aquella maravillosa cima sin que Edward le hubiera hecho el amor, y que todo el placer había sido exclusivamente suyo.
—¿Por qué...? Quiero decir... —murmuró mientras tomaba frenéticamente los bordes de la toalla para cubrirse.
Edward apartó un mechón de pelo de su frente.
—No podía protegerte... y no quería correr el riesgo de dejarte embarazada —admitió con la respiración entrecortada, pues incluso la perplejidad de Bella ante el hecho de que se hubiera contenido era más de lo que podía soportar su conciencia en aquellos instantes—. Vuelve al dormitorio y duérmete, güzelim. Hablaremos más tarde.
Al oír aquella referencia al embarazo, Bella se puso tensa y comprendió que debería haber tenido el suficiente sentido común como para haber pensado en aquello.
Se levantó con ayuda de Edward y, sintiendo los miembros aún completamente flojos, volvió al vestidor sin mirar atrás. Edward la hacía sentirse como una descocada. Le había hecho comprender que no se había conocido a sí misma hasta que él le había enseñado lo que era la pasión.
Muy serio a causa de la gravedad de unos pensamientos que ya no podía evitar, Edward se sumergió de nuevo en la piscina. Desde la llegada de Bella a su país se había comportado como un auténtico egoísta y la había tratado de una forma totalmente irresponsable. La había llevado a Sonngul y la había metido en su cama prácticamente de inmediato y sabía que, muy pronto la mitad del vecindario estaría escandalizado por las noticias. El nivel de moralidad que prevalecía en las zonas rurales de su país era mucho más estricto que el de las ciudades en que él solía moverse, y no tenía ninguna excusa que ofrecer en su defensa. Si el rumor de sus relaciones con Bella llegara a oídos de Mike Newton, estaba convencido de que este dejaría de creer de inmediato en la respetabilidad de esta.
Edward cuadró sus anchos hombros y salió de la piscina. El enfado que había sentido hacia Bella había potenciado inicialmente su actitud agresiva, y su deseo por ella lo había llevado a tomar un sendero deshonroso antes de darse cuenta del mal que estaba haciendo. Solo había una manera de rectificar las cosas y de proteger a Bella: se casaría con ella. Con toda la celeridad y discreción que pudiera ofrecerle su dinero, pondría un anillo de bodas en su dedo antes de que su reputación resultara dañada. Bella merecía su respeto y la protección que podía ofrecerle su nombre.
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Mi gente mosha, estoy de vuelta, y con un nuevo capi.
Cabe decir que amo a Lynne Graham y que los amo a ustedes que están ahi, lo se. Algunos no dejan comentarios pero se que estan ahi porque las estadísticas me lo hacen saber.
Solo espero que no me abandonen si es que me demoro en la publicacion. Esque tengo unos problemitas que me dejan bajoneada al no solucionarse facilmente. Luego les contaré.... solo hagnme saber si las decepciono
Amo esta historia... es tan tierna... Espero que Bella no sea tonta y acepte casarse con Edward
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