Capítulo
10
Mi felicidad entre tus brazos
Bella se quedó petrificada en el sitio.
El miedo le atenazó la garganta e hizo que se
le pusiera la carne de gallina. Sin embargo, mientras miraba a James, sin poder
creer que hubiera corrido el riesgo de presentarse allí, empezó a notar los
cambios en él. Normalmente vestía muy bien, pero en aquellos momentos llevaba
un traje totalmente arrugado, necesitaba afeitarse y sus ojos azules estaban
inyectados en sangre. Cuando avanzó al interior de la habitación también notó
que olía a alcohol y percibió en su rostro la desesperación que trataba de
ocultar.
—Sé que todos los Cullen están fuera, cenando
—dijo James con intención de intimidarla—. Les he visto salir de la casa y
estoy seguro de que querrás mantener esta pequeña visita de cortesía.
—¿Y por qué iba a querer hacer eso? —aunque
la voz de Bella surgió débil, ya estaba superando su viejo e instintivo miedo a
James y empezaba a verlo con los ojos de una mujer, no con los de una adolescente
asustada. Aunque la familia estuviera fuera, la puerta estaba entreabierta y
sabía que fuera habría un empleado doméstico esperando recibir el encargo de
llevar un té para la visita.
—¿Cómo pudiste pensar que sería tan tonto
como para creer que Edward Cullen se había casado contigo un par de días
después de tu llegada? —se burló James—. La boda del año no tendrá lugar hasta
pasado mañana. Lo he leído en uno de los periódicos de Cullen. Pero la boda
del año no llegará a tener lugar si decido empezar a hablar...
A pesar de saber que no tenía nada que temer
de él y, que Edward y ella ya estaban casados, Bella se estremeció. Quería
llamar a la policía, pero no sabía cómo dejar solo a James sin despertar sus
sospechas.
—Ah, ¿no? —preguntó a la vez que alzaba levemente
la barbilla y lo miraba con gesto despectivo—. Por si no lo sabes, te comunico
que ya no puedes hacerme daño.
—¿Estás segura? —dijo él en tono irónico—.
Deja que te cuente un secreto. Los pagos que se debían a Cullen según el
contrato que firmó tu padre con él nunca llegaron a realizarse. Antes o después
saldrá a la luz lo sucedido y se desatará un infierno para Swan Travel. Pero si se lo dices ahora a Edward, tú
también tendrás graves problemas.
—No creo —replicó Bella, sin mostrarse
afectada. James trató de ocultar su sorpresa sonriendo malévolamente.
—Eso demuestra lo estúpida que eres, porque
cuando abrí otra cuenta a la que desviar el dinero de los pagos puse tu nombre
en ella. Si yo caigo, te arrastraré conmigo. Diré que teníamos una aventura y
que fuiste mi cómplice de principio a fin. De manera que más vale que
permanezcas en silencio hasta que te hayas casado...
—Veo que sigues con tus viejas amenazas,
pero, además de que no me afectan, ya estoy cansada de ellas —interrumpió Bella
secamente—. Ya no estás tratando con una adolescente asustada. Pero tú sí
tienes que estar muy asustado para haberte atrevido a venir aquí...
—Sube a la planta de arriba —dijo otra
conocida voz masculina a sus espaldas—. Yo me ocuparé de esto.
En los segundos que siguieron a la entrada de
Edward en la habitación, James sucumbió al pánico. Se abalanzó hacia Bella
cuando esta se volvió al oír a Edward y le dio un violento empujón en su
esfuerzo por alcanzar la puerta. Edward fue tras él como un león enfurecido,
pero solo logró darle un fuerte golpe antes de darse cuenta de que Bella había
caído. La rabia que le había producido que Gigandet se hubiera atrevido a
acercarse a su esposa fue superada por el temor a que esta hubiera resultado
herida.
Aturdida por la caída, Bella se dejó llevar
en brazos hasta el sofá más cercano.
—¿Estás bien? —preguntó él, ansioso.
—¿Y James?
El golpe de la puerta principal al cerrarse
respondió a su pregunta, y Edward gruñó de frustración.
—He vuelto unos minutos después de que él llegara
y he llamado a la policía de inmediato. Debería haberme quedado fuera hasta
que llegaran, ¡pero no he podido soportar oír cómo te amenazaba!
—Me alegra que se haya ido —murmuró Bella.
Pensando que el arresto de Gigandet justo antes de la boda podría empañar las
celebraciones, Edward se limitó a seguir abrazando a Bella mientras lamentaba
no haber podido darle algún puñetazo más.
—Y me alegra tanto que no haya habido una pelea
—añadió Bella.
Sin decir nada, pues sabía que Bella se
sentiría decepcionada si admitiera ante ella que sentía una gran frustración
por no haber podido destrozar con sus propias manos a aquel miserable, Edward
la llevó en brazos a su habitación y luego bajó a hablar con la policía.
La familia de Bella llegó al día siguiente
por la tarde. Charlie Swan parecía más animado que hacía tiempo, y las tres
sobrinas de Bella no cabían en sí de entusiasmo. Tras las necesarias
presentaciones, y después de hablar con su padre, que no hizo más que elogiar
a Edward, Bella fue a otra habitación con Alice para poder hablar en privado.
Su hermana le dio un emocionado abrazo y luego
suspiró.
—No te he llamado porque tenía demasiadas cosas
que contarte. Para empezar, he oído que James y mi antigua amiga Jessica han
roto.
—Oh... bien —dijo Bella—. Me parece justo.
—Al parecer, James ha tratado de hacer algo
ilegal con el acuerdo de divorcio con Jessica y la policía ha intervenido.
Corre el rumor de que estaba gastando el dinero en el juego.
—¿En el juego? —repitió Bella, desconcertada.
—Supongo que eso explica lo que hizo con todo
el dinero que robó de Swan Travel —dijo Alice, sin molestarse en ocultar su
resentimiento—. Pero estoy agradecida por dos cosas; la primera, qué James haya
sido un padre tan desastroso, porque así las niñas no echarán demasiado de
menos lo que nunca han tenido, y la segunda, haberme dado cuenta tan pronto de
que el hombre con el que me casé era un canalla.
Bella parpadeó al oír aquello. —¿En serio?
¿Lo sabías?
—Desafortunadamente, no tenía ni idea de que
además no se podía fiar uno de él con el dinero—concedió Alice con un profundo
suspiro—. Pero justo antes de que naciera Kate descubrí que salía con otras
mujeres. Pero para entonces papá ya nos había cedido su casa y traté de salvar
nuestro matrimonio por las niñas...
—Eso puedo entenderlo, pero, si ya no lo
amabas, ¿por qué parecías tan hundida después del divorcio?
—Lo que peor te sienta en esas circunstancias
es saber que has malgastado varios años de tu vida. Decidí centrarme en ser una
buena madre e hice como si no me enterara de las aventuras de James. Pero si
hubiera sabido lo que realmente estaba pasando, si hubiera sabido que te
estaba amenazando... —Alice movió la cabeza con amargo pesar—... ¡hace tiempo
que lo habría descuartizado!
Bella no tenía planeado contarle aquello a su
hermana para no disgustarla, pero se alegró de que ya lo supiera.
—¿Cómo te has enterado de eso?
—Edward me puso…al día, ¡y no se te ocurra
criticarlo por ello, porque sé que, si él no me lo hubiera dicho, nunca me
habría enterado! Después de eso, enterarme de que la policía turca lo persigue
no me ha sorprendido nada. Si supiera dónde está, yo misma lo entregaría... —Alice
respiró profundamente para contener su enfado—. Quiero que lo juzguen y lo encierren.
¡Cuando Edward me ha contado que James tuvo el valor de presentarse aquí anoche
para tratar de presionarte me ha hervido la sangre!
Las hermanas siguieron hablando un buen rato
antes de que Bella preguntara a Alice qué pensaba de Edward.
—Es incapaz de disimular que te adora —dijo
Alice, divertida—. ¿Por qué pareces tan sorprendida? después de lo rápidamente
con que se casó contigo, supongo que eso ya lo sabrás. ¡Yo no podía creerlo!
«Te adora». Bella estuvo a punto de mencionar
que Edward se había dado tanta prisa en casarse con ella en un intento de
proteger su reputación, pero Alice parecía tan ilusionada con la idea de un romance
verdadero que no quiso decepcionarla. Edward era cálido tierno, romántico y
todo lo que ella siempre había creído que podía ser, pero nunca había
mencionado la palabra amor, y Bella ya era tan feliz que estaba decidida a no
permitir que aquello la preocupara.
Los preparativos para la boda comenzaron al
amanecer del día siguiente. Bella fue llevada al hamam envuelta en un
grueso sarong y, rodeada de mujeres que no dejaban de charlar animadamente, se
sometió con gusto a todo el proceso de abluciones y permitió que una mujer
fuerte como un tanque la frotara de arriba abajo con un guante que parecía
papel de lija. Fue divertido y se rió mucho. Finalmente, su pelo fue sometido a
un baño de manzanilla que lo dejó tan suave y brillante como la seda.
Una vez fuera del hamam le hicieron la
manicura antes de que otra mujer especializada en ello dibujara una elaborada
figura con henna en su mano derecha.
—Es para dar una pequeña satisfacción a Elizabeth
—susurró la madre de Edward junto a su oído, y a continuación le explicó que la
vieja dama se había sentido un poco decepcionada cuando le habían dicho que
Bella no iba a entrar en el salón del hotel en que se iba celebrar la boda
montada sobre un caballo blanco.
Un par de horas más tarde Bella hizo una
pirueta ante el espejo, perdidamente enamorada de su maravilloso vestido de
novia. El sencillo y tradicional diseño que había elegido era perfecto para la
delicada tela, que también hacía resaltar el precioso collar de oro que le había
regalado Edward. Bajo el vestido llevaba una liga de satén azul que le había
regalado Alice... además de la ropa interior más sexy que se había puesto en su
vida.
Salió de la casa de los Cullen del brazo de
su orgulloso padre para subir a un maravilloso y antiguo carruaje tirado por
dos caballos blancos. Pero, sin duda alguna, el momento álgido de aquel día
tuvo lugar cuando entró en el opulento hotel en que iba a celebrarse la boda y
vio a Edward esperándola. La mirada de admiración que le dedicó fue tan evidente
que Bella se ruborizó mientras pensaba en lo atractivo que estaba él con su
elegante traje oscuro.
—Me dejas sin aliento, güzelim —dijo
él con voz ronca mientras sonaba la marcha nupcial y la conducía hacia el
salón con toda la familia tras ellos.
Una vez concluida la ceremonia, y después de
la exquisita comida que se ofreció a los invitados cortaron juntos la tarta de
bodas y se la ofrecieron a sus parientes. Después, Edward dio un apasionado
beso a Bella que hizo que el corazón de esta latiera más deprisa.
—No esperaba eso —dijo sin aliento mientras
él la conducía a la pista de baile.
—Es perfectamente aceptable en nuestra boda —la
cálida sonrisa de Edward fue como un rayo de sol para Bella—. Pero no te sorprendas
si desaparezco más tarde. Mi familia tiene que llevar a la novia hasta la
puerta de mi casa y luego nos libraremos de ellos durante todo un mes...
—¡Pero yo adoro a tu familia! —protestó
Bella.
—Mañana salimos de luna de miel en mi yate
para dedicamos a recorrer la costa —dijo Edward, satisfecho—. Y si nos
cansamos de eso podemos ir a cualquier
sitio, hacer cualquier cosa...
—Volver a Sonngul, por ejemplo —sugirió Bella—.
Sigue siendo mi lugar favorito en el mundo.
Tras despedirse de su familia, que iba a
quedarse una semana en Turquía con la de Edward, Bella fue acompañada por los
familiares de este hasta la puerta de su casa en Estambul.
—Ha sido un día maravilloso —dijo, feliz,
mientras él la llevaba en brazos al interior.
—Aún no ha terminado —Edward la dejó de pie
en un maravilloso dormitorio lleno de luz desde el que se divisaban las aguas
del estrecho de Bósforo—. ¿Sabes que nunca he dicho a una mujer que la amo, e
incluso hoy me siento avergonzado de decírtelo a ti?
—¿Avergonzado? —repitió Bella, incrédula.
—Pero mi amor es tuyo, y siempre lo ha sido —proclamó
Edward, tenso.
—Siempre lo ha sido... —repitió Bella,
hipnotizada por el hecho de ver a Edward esforzándose en pronunciar unas
palabras que tanto le costaban, apenas capaz de pensar en lo que le estaba
diciendo.
—A los diecinueve me creí enamorado de Tanya,
pero no supe lo que era el verdadero amor hasta que te conocí. Ella solo hirió
mi orgullo y me dio una excusa para proclamar a partir de entonces que el
matrimonio no era para mí —murmuró él, serio—. Aún me hace hervir la sangre que
te contara todas esas ridículas mentiras.
—Olvídalo. Solo estaba envidiosa y quería
estropear mi felicidad —dijo Bella, mucho más interesada en lo que Edward
había admitido hacía unos momentos.
—Hace tres años, cuando nos conocimos, yo era
un tipo muy listo, o al menos creía serio —Edward hizo una mueca de desagrado
dirigida a sí mismo—. Te quería en mis términos y, aunque tú valías mucho más
que eso, mi habitual éxito con las mujeres me había convertido en un hombre
egoísta y arrogante. Mi obstinada creencia en que nunca me casaría estuvo a
punto de destruir nuestra relación. Pero esta vez, cuando volvimos a vemos
después de tres años, estaba aún peor...
—¿A qué te refieres?
—Estaba terriblemente celoso de Gigandet.
Pensaba que estabas en Turquía solo porque él se había ido con otra mujer.
Cuando me di cuenta de que eras virgen, me quedé destrozado, pero los celos estaban
tan asentados en mí después de tres años que empecé a sospechar que, a pesar de
que no te habías acostado con él, sí lo habías amado. Los primeros días que
estuvimos juntos me comporté como si solo me funcionara una neurona en el
cerebro.
—¿Estabas celoso de James...?
—Cuando te oí hablando por teléfono con él,
sufrí de nuevo la tortura de sentirme un segundón.
—Y a pesar de todo seguiste adelante con la
boda porque me amabas —dedujo Bella con inmensa satisfacción, pues Edward había
demostrado que su amor era lo suficientemente intenso como para superar
cualquier obstáculo, incluyendo su orgullo.
—Hace tres años traté de convencerme de que
mi amor por ti había muerto—confesó él tenso—.Pero ahora sé con certeza que tú
me amabas entonces y que debí hacerte mucho daño...
—Eso es cierto —concedió Bella—. De pronto,
te fuiste y empecé a creer que solo había imaginado que hubiéramos compartido
algo valioso. Deduje que lo nuestro solo había sido una aventura más para ti...
—¿Una aventura más? —repitió Edward, y rió
con amargura—. Pasaron más de seis meses antes de que pudiera ver cualquier
melena castaña y larga por la calle sin que mi corazón se pusiera a latir
aceleradamente con la esperanza de que fueras tú. Aquel año trabajé como un
auténtico poseso para dejar de pensar en ti a cada instante. Nunca creí que
pudiera existir un amor así hasta que me quedé sin ti.
Bella no pudo evitar sentirse aún más feliz
al enterarse de lo mal que lo había pasado Edward sin ella.
—¿Y cuándo decidiste que seguías enamorado de
mí? —preguntó.
—Siempre intuí que mi amor por ti seguía
oculto en mi interior, acechando...—Edward dejó escapar un profundo suspiro—.
Pero lo mantuve controlado hasta que volví a verte. Entonces perdí la cabeza y
empecé a tomar malas decisiones. Creí que me estaba vengando de ti cuando te
llevé a Sonngul, pero, en realidad, lo único que estaba haciendo era buscar
excusas para estar contigo. No me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que
fue demasiado tarde. Pero supe que te amaba en la ceremonia civil...
—¿Y por qué no lo mencionaste? ¿Por qué has
esperado hasta ahora?
— Te había tratado de una manera infame, y me
avergonzaba de ello. No te había valorado como debería haberlo hecho. No me
consideraba con derecho a hablarte de amor. Lo único que conseguí fue causarte
más pesar, y eso es lo que más lamento.
—Yo misma me ocupé de eso —reconoció Bella—.
No me animaba a contarte lo que había tenido que aguantar de James...
—Yo notaba que me estabas ocultando algo. No
se te da muy bien disimular —dijo Edward con suavidad—. Cuando supe que había
un secreto, mis sospechas sobre la naturaleza de tu relación con James se
negaron a desaparecer. Sin embargo, se esfumaron en cuanto escuché la verdad.
Bella se ruborizó.
—La sinceridad tiene sus compensaciones.
—Pero una ambiente de suspicacia y desconfianza
no alienta la sinceridad —Edward la miró con expresión tensa—. Lo único que quiero
preguntarte ahora es si crees que algún día podrás volver a amarme.
Bella lo miró un largo momento antes de
contestar. No quería soltarlo del anzuelo con tanta rapidez.
—Todo es posible —contestó.
—Mi amor es lo suficientemente intenso como
para compensamos a ambos, güzelim.
—Estoy empezando a creer que eso es cierto —Bella
se acercó a Edward hasta quedar a escasos centímetros de él, y lo miró a los
ojos—. Pero, por suerte para ambos, yo tampoco fui capaz de superar lo que
sentía... y sigo perdidamente enamorada de ti.
De inmediato, Edward la estrechó entre sus
brazos sin mostrar la más mínima contención.
—No habrás dicho eso solo para complacerme,
¿no?
—No soy de esa clase —dijo Bella, divertida
ante aquella sugerencia—. Te quiero tanto como se puede querer y nunca he
conocido a nadie que me haya hecho sentir lo mismo que tú.
—Debe haber un montón de perdedores por ahí,
porque tampoco puede decirse que lo que he hecho sea precisamente digno de
admiración —murmuró Edward, y a continuación reclamó la boca de Bella con
pasión.
Las cosas avanzaron con gran rapidez a partir
de aquel momento. Las cortinas se cerraron, las ropas cayeron sin ninguna
ceremonia y los novios retozaron entre las sábanas de la cama conyugal para
resarcirse por las diez noches que habían tenido que dormir separados.
—Me he pasado cada noche de esta semana caminando
de un lado a otro de la habitación... ¡te echaba tanto de menos! —confesó
Edward.
Entre beso y beso, Bella acogió en su
interior para siempre aquel sentimiento de seguridad y se deleitó con la
hambrienta ternura de Edward y la increíble felicidad que reflejaban sus ojos.
Hubo una nueva dimensión en su forma de hacer el amor, una maravillosa y
satisfecha intimidad después, mientras permanecían cálidamente abrazados.
—Creo que ya sé por qué no me había enamorado
antes —murmuró Edward—. Una especie de percepción debió advertirme de que
probablemente iba a ser una experiencia embarazosa en la que se iba a poner a
prueba mi humildad...
Bella sonrió.
—Pero yo soy tu recompensa... y reconozcámoslo:
la humildad no es precisamente uno de los rasgos más fuertes de tu carácter —bromeó,
confiada—. Te quiero aún más por ser tú mismo.
—¿Con defectos y todo?
Bella asintió.
Una sonrisa radiante curvó los labios de
Edward. —Eres lo mejor que me ha pasado en la vida... Te quiero más que a nada
en el mundo.
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Aquí está, el capítulo final, pero todavía falta un poquito mas...
Si, va a haber un pequeño epílogo de dos años después.
El martes lo publicaré, y así podremos dar fin a esta historia...
Luego me dedicaré a mis historias y a otra adaptación.
¿Merezco un comentario?
Los amo!!
Que lindo!!!!! Ya estoy deseando que sea martes...bah...que digo...no quiero que se pase el fin de semana...jaja...pero si quiero el epilogo...
ResponderEliminarBesos