Disclaimer:
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de
Lynne Graham. Yo solo me dedico a adaptarla a nuestra tan amada
saga.
- - - O - - - o - - - O - - - o - - - O - - - o - - - O - - - o
Capítulo 7
Media boda
A pesar de que no lo esperaba, Bella se quedó
profundamente dormida en cuanto su cabeza tocó la almohada. Despertó cuando
una empleada doméstica entró en el dormitorio can una bandeja con comida, y se
sorprendió al comprobar que ya eran las dos de la tarde; la intensidad de todo
lo vivido durante los últimos días le había pasado factura.
Mientras comía sola podía pensar en Edward.
Todo había sucedido tan rápidamente, y ella había estado tan dispuesta a hacer
la que fuera para tener una segunda oportunidad con él... Se ruborizó al
recordar la vergonzosa prontitud con que había sucumbido a sus caricias y, por
un deprimente instante; se preguntó coma había logrado transformarla tan rápidamente
en una descocada sin aparente voluntad propia.
¿Pero no sería que su antigua falta de
seguridad y autoestima estaba volviendo a aflorar a su subconsciente? Por
primera vez en su vida, se dijo, había alargado la mano para tomar lo que le
apetecía, y le había apetecido Edward. Siempre había deseado a Edward. Al
reconocer aquello, se enorgulleció de haber encontrado el coraje que hasta
entonces le había faltado. Se sentía viva de nuevo, y hacía mucha que no era
así. ¿Cuándo había sido feliz par última vez? Aquel verano con Edward, tres
años atrás.
Se estaba poniendo un vestido gris de manga
corta que le había prestado Alice cuando oyó el sonido de un helicóptero
aterrizando. Se acercó a la ventana y vio que Edward bajaba del aparato y se
encaminaba hacia la casa. El simple hecho de verlo hizo que su corazón latiera
más deprisa.
Edward había tenido una mañana
excepcionalmente ajetreada. Se había ocupado de los arreglos para la boda en un
remoto pueblo montañés en el que apenas había probabilidades de que alguien
conociera su apellido. Luego voló al pueblo en el que vivían los constructores
estafados por James Gigandet. No le costó convencerlos para que mantuvieran en
pie su denuncia tras hacerles comprender que no se sentiría ofendido si lo
hacían.
Antes de entrar en la casa se detuvo a
charlar con su devota ama de llaves, Kaure, que apenas había aparecido desde la
llegada de Bella a Sonngul. Le preguntó dónde estaba esta refiriéndose a ella
como a su esposa y simuló no fijarse en la expresión de sorpresa, excitación e
intensa alivio que Kaure fue incapaz de ocultar al oírlo. Aunque adiaba mentir,
ya pensaba en Bella como en su esposa, y si era para reparar el daño que había
hecho, no lo lamentaba.
Luego entró en la habitación, donde ella lo
aguardaba.
—He dormido mucho —dijo precipitadamente al
verlo, y no pudo evitar ruborizarse al recordar el abandono con que se había
entregado a sus expertas manos en el hamam.
—Yo tenía varios asuntos de los que ocuparme —dijo
él a la vez que apoyaba ambas manos en su cintura y la atraía hacia sí.
Cuando Bella echó atrás la cabeza para
mirarlo a los ojos, sintió un revuelo de mariposas en el estómago seguido de un
revelador efluvio de calor. Deseaba tanto sentir aquella dura y sensual boca
sobre la suya que casi podía saborearla.
—No, no vamos a ir directamente a la cama, güzelim,—murmuró Edward, como si Bella
hubiera proferido aquella invitación en alto. Hizo que se sentara en el diván
que había tras ella y dio un paso atrás—. Ayer me preguntaste si tenía la
costumbre de mantener repentinos y apasionados encuentros con mujeres y yo
dije «no desde que era una adolescente»... una respuesta que debería haberme
dado motivos para detenerme a pensar seriamente.
—No comprendo... —dijo Bella, repentinamente
tensa. ¿Le estaba diciendo Edward que hacerle el amor había sido un error? ¿Un
error que lamentaba y que no tenía intención de repetir?
—Es posible que en mi país las mujeres y los
hombres sean iguales ante la ley, pero si una mujer opta por la libertad sexual
perderá su buen nombre —admitió Edward—. Si sigues aquí en Sonngul y
continuamos como hasta ahora, serás vista como mi querida y, pase lo que pase
en el futuro, tu reputación quedara irreparablemente dañada.
«Su querida». Aquello sonaba sexy, audaz, pensó
Bella con cierto orgullo. Amaba a Edward. Su mundo gris se había visto
transformado en otro de color, pasión, sol y emociones. No lamentaba compartir
su cama. Si podía estar con él, le daba lo mismo lo que pudiera pensar la
gente.
—Comprendo... —dijo, y bajó la mirada—. Eso
no supone un problema.
Edward la miró con expresión incrédula.
—¿No?
Bella salió de su ensueño en cuanto pensó en
cómo reaccionaría su hermana a aquella idea. Alice se sentiría totalmente
escandalizada si ella aceptara jugar aquel papel en la vida de Edward. Pero si
aquello era todo lo que había en oferta, ¿en que le beneficiaría a ella dejar
al hombre al que amaba? ¿Le consolaría la mera idea de haber hecho «lo
correcto»?
—La verdad es que es algo que debería pensar
detenidamente —admitió finalmente mientras imaginaba a Alice viajando a Turquía
para darle a Edward su merecido.
—Podríamos optar por la otra alternativa —dijo
él—. Podríamos pagar el precio por haber sido tan impulsivos e indiscretos y
casarnos.
Bella se quedó mirándolo, boquiabierta.
—Me temo que es una decisión que debemos tomar
cuanto antes —continuó Edward—. Mi familia no aceptaría nunca a una mujer que
haya vivido abiertamente conmigo como mi esposa. Tanto a ellos como a ti os
debo más respeto del que he mostrado hasta ahora.
Lentamente, Bella empezó a respirar de nuevo.
—Veo que hablas en serio, pero no puedo
creerlo. No puedo creer que estés sugiriendo que nos casemos solo porque...
bueno, ya sabes...
—Lo sé muy bien. Aún te deseo más que a ninguna
otra mujer que haya conocido.
—Pero eso no es suficiente, ¿verdad? Especialmente
para alguien que siempre ha odiado la idea de casarse.
Edward comprendió en aquel momento que había
esperado que Bella aceptara su propuesta prácticamente antes de que acabara de
formularla. ¿Tan arrogante era?
—Las personas cambian —dijo.
—Pero tú dijiste que nunca cambiarías —le
recordó Bella.
Edward abrió las manos en un gesto de
impaciencia.
—No deberías creerte todo lo que te dicen.
Eso fue hace tres años. Ahora me doy cuenta de que una esposa podría resultarme útil en muchos aspectos.
—¿Útil...? —Bella sintió que su corazón se
encogía.
—Tengo tres casas en Turquía, un apartamento
en Nueva York y otro en Londres. Mi esposa podría ocuparse de ellos y también
podría ser la anfitriona de las fiestas que doy. Y con el tiempo, creo que me
gustaría tener un hijo —aquello era algo en lo que Edward nunca había pensado,
y cuando las palabras surgieron de su boca, se quedó tan sorprendido como Bella
al oírlo.
—¿En serio? —preguntó con una mezcla de sorpresa
y esperanza.
—En serio —contestó él—. Así que, ¿qué me
dices ahora?
—Me gustaría tener cuatro —dijo Bella
distraídamente, esforzándose por mantener los pies en tierra. Edward no le
estaba ofreciendo amor, como ella había soñado en otra época, pero si quería
casarse con ella, no pensaba rechazar la oferta.
Edward soltó lentamente el aliento.
—¿Cuatro?
—¿Dos?
—negoció Bella, reconociendo que había sido demasiado sincera.
—Ya
pensaremos en eso. Pero debería decirte que ya he hecho una reserva preliminar
para casamos en una ceremonia civil mañana por la tarde.
—¿Mañana?
—repitió Bella, anonadada.
—Tengo
intención de permitir que la gente crea que nos casamos antes de venir a
Sonngul —explicó Edward sucintamente—. Mi familia se sentirá tan encantada de
que por fin haya encontrado una esposa que no creo que hagan preguntas
incómodas. Serás recibida por mis parientes como si fueras la octava maravilla
del mundo. Y cuando se enteren de que quieres tener cuatro hijos, pondrán una
alfombra roja allá por donde vayas.
Bella
se ruborizó y luego rió.
—Mañana... —repitió, sin poder creérselo todavía—.
¿Qué me pondré?
—Nada que atraiga demasiado la atención hacia
nosotros —aconsejó Edward.
Bella no pudo evitar sentir cierta decepción.
—¿Tenemos que casarnos como si fuéramos
espías en una operación encubierta?
—Si no queremos que se difunda el hecho de
que hemos mantenido relaciones sin estar casados... sí. Es culpa mía que las
cosas tengan que ser así, pero a partir de mañana, podremos dejar atrás ese
desafortunado comienzo.
—Cuando se lo cuente a Alice, va a pensar que
me he vuelto loca.
—Como marido tuyo, podré resolver el caos que
Gigandet dejó tras sí sin que tu familia pueda protestar demasiado —dijo
Edward, satisfecho.
—Supongo que como yerno se te puede considerar
todo un partido —murmuró Bella con una sonrisa mientras lo miraba. Era el
hombre más atractivo que había visto en su vida e iba a ser suyo para siempre.
¿Le estaría sucediendo realmente aquello a ella? ¿Debería preocuparse por el
hecho de que Edward se estuviera comportando de una forma extraña? A fin de
cuentas, se trataba de un tipo muy cauteloso y muy listo que se estaba
comportando de un modo muy impulsivo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó.
—¿Por qué no iba a encontrarme bien? Por
cierto, necesito tu pasaporte para rellenar los formularios que me han dado
esta mañana —respondió Edward, que parecía centrado en asuntos más prácticos—.
También habría que conseguir una copia de tu certificado de nacimiento.
—He traído una por si perdía mi pasaporte —Bella
tomó su bolso para buscar ambas cosas.
—Excelente. También tendrás que hacerte un
breve examen médico antes de que la ceremonia pueda seguir adelante. He
conseguido una cita con una doctora en el mismo pueblo. Yo ya he pasado el
examen.
Bella acompañó a Edward a la zona de la casa
que utilizaba como estudio, equipada con todo lo último en alta tecnología.
—¿Cuándo esperas averiguar algo sobre esa
cuenta del banco en Londres? —preguntó.
Él la miró atentamente.
—¿Por qué?
—Porque en cuanto el asunto quede aclarado
quiero poner al tanto a mi hermana de todo lo que ha hecho su ex marido —dijo
Bella. Al ver que Edward fruncía el ceño, añadió— Puede que Alice no esperara
tener noticias mías de forma inmediata, pero si no me pongo pronto en contacto
con ella empezará a preocuparse. Podría enviarle un mensaje escrito con mi
móvil. ¿Qué te parece eso?
—¿Tienes un móvil?
—Sí.
—Mi desconfianza hacia ti era tan grande que,
si lo hubiera descubierto ayer, te lo habría quitado —admitió Edward—.Espero
obtener la información que solicité en las próximas cuarenta y ocho horas.
Escribe un mensaje a tu hermana informándole de que te encuentras bien. Cuando
tengamos todos los datos, volaremos juntos a Inglaterra para darle las buenas
y las malas noticias en persona.
—Será mucho mejor así —conmovida por aquella
considerada sugerencia, Bella dedicó a Edward una luminosa sonrisa.
Como
atraído por un embrujo, él se inclinó y la besó. Cuando ella se apoyó contra
él, anhelante, Edward dejó escapar un gemido de frustración y la apartó con
delicadeza de su lado.
—Esta noche dormiré aquí abajo. De ahora en
adelante vamos a respetar las normas sociales...
—Pero si planeas simular que ya estábamos
casados... —Bella se oyó decir aquello y se ruborizó intensamente.
—Pero ambos sabemos que no lo estamos —dijo
él con firmeza a la vez que tomaba el pasaporte y el certificado de nacimiento
y empezaba a rellenar los formularios.
Edward la había transformado en una fresca
desvergonzada a una velocidad increíble, reconoció Bella más tarde, tumbada en
su cama a solas, tan feliz y excitada que no podía dormir.
A las tres de la tarde del día siguiente,
Bella tocó con los dedos su anillo de bodas, aspiró el aroma del ramo de
azucenas blancas que le había regalado Edward y se unió a este para dar las
gracias al oficial del gobierno que había presidido la ceremonia.
—¿Qué ha dicho? —preguntó después mientras
volvían al coche que iba a llevarlos de vuelta al helicóptero.
—Que, sin duda alguna, eres la novia más
guapa que ha casado en toda su vida —Edward le dedicó una mirada de abierta
admiración: Bella estaba preciosa con el sencillo sombrero de paja y el vestido
rosa pálido que se había puesto aquella mañana.
De vuelta en Sonngul, cenaron y tomaron café
bajo la pérgola del jardín. Después, Edward fue a llamar a su familia para
anunciarles su matrimonio.
—Se lo diré solo a mi padre. Él puede
ocuparse de comunicar la noticia al resto de la familia.
Bella estaba aguardando su regreso cuando oyó
una extraña musiquita. Por unos instantes se preguntó de qué se trataría,
hasta que cayó en qué se trataba de su móvil.
Lo sacó rápidamente de su bolso y contestó.
—Soy James...
Al oír aquello, Bella se irguió en el asiento
a la vez que sentía cómo se le erizaba el vello de la nuca.
—¿James?
¿Qué quieres?
Edward
estaba a punto de salir de nuevo tras hacer su llamada cuando oyó que Bella
pronunciaba el nombre de James. La sorpresa le hizo detenerse.
—¿Qué
haces en Turquía? —preguntó James con aspereza.
Fría
a causa del temor que siempre le había inspirado el ex marido de Alice, Bella
respiró profundamente para calmarse. Una intensa rabia se apoderó de ella al
pensar en todo lo que había hecho aquel miserable a su familia, pero logró
contenerse al recordar que Edward no quería que lo pusiera sobre aviso.
—¡Si
pretendes darme problemas de nuevo o meter tus narices donde no te
corresponde, vas a lamentarlo! —espetó James.
Sin
poder evitarlo, Bella se sintió enferma al oírle.
—No sé
de qué me estás hablando —murmuró—. Solo estoy investigando la oferta turística
de Turquía para Alice.
—No
me mientas.
—Edward
y yo acabamos de casamos —se oyó decir Bella, y se avergonzó de su cobardía,
pues incluso mientras hablaba se dio cuenta de que estaba utilizando a Edward
como un escudo, con la esperanza de intimidar a James.
—¿Que te has casado
con Edward? —repitió él, incrédulo.
—Sí, ¡así que déjame
en paz! —Dijo Bella con rabia—. ¡Ahora no puedes amenazarme y no quiero tener
nada más que ver contigo!
—De manera que Cullen
se ha casado contigo... ¡vaya, vaya! —De pronto, James rió como si aquel
hubiera sido el mejor chiste que había escuchado en mucho tiempo—. Oh, qué
mundo tan maravilloso, y, oh, qué desastre ocurrirá si el novio se pone a
indagar.
—¿De qué estás
hablando? —preguntó Bella, desconcertada por la burlona respuesta.
—Cuando estalle el
asunto, más vale que me protejas, porque si no lo haces, ese matrimonio tuyo
también podría acabar en la basura. ¡Hasta pronto!
Bella se quedó
mirando al vacío, con el teléfono en la mano.
¿Hasta pronto?
Aquellas palabras la hicieron estremecerse. ¿Estaría James en Turquía? Tras
unas breves comprobaciones con el móvil, verificó con alivio que la llamada
había sido hecha desde Inglaterra James solo había tratado de asustarla. El
sentido común sugería que, después de lo que había hecho, aquel sería el
último lugar al que querría ir. ¿Pero qué asunto esperaba que estallara? ¿El de
los chalets que nunca llegó a construir? ¿El de los beneficios que nunca
habían llegado a ser ingresados en las cuentas de Edward? ¿Y por qué pensaba
que iba a protegerlo? ¿Por el bien de su familia? ¿Por conservar las
apariencias? ¡Pero en aquella ocasión no había esperanza para él!, se dijo
Bella, enfadada. No pensaba dejarse amedrentar nunca más por las amenazas de James.
Conmocionado por el
diálogo que acababa de escuchar, Edward se encaminó hacia las escaleras para no
ceder al instinto de enfrentarse de forma inmediata a Bella. Cuando finalmente
había logrado dejar de dudar de ella, había averiguado la verdad e, irónicamente,
lo había hecho a través de sus propios labios. Ya era en sí sospechoso que James
se hubiera puesto en contacto con ella. Después de su amargo divorcio, ¿por qué
iba a llamar a la hermana de su ex mujer, a menos que hubieran mantenido una relación
que fuera más allá de los límites normales? ¿Y por qué llamarla si, según Bella
aseguraba, lo odiaba con todas sus fuerzas?
« ¡Déjame en paz!
¡Ahora no puedes amenazarme y no quiero tener nada más que ver contigo!»En
algún momento, Bella debía haber estado enamorada de James Gigandet. ¿Y por
qué no? Gigandet era un hombre rubio y atractivo que debía gustar a las
mujeres. Era posible que Bella no se hubiera acostado con el marido de su
hermana, pero, evidentemente, Gigandet debía haber sido consciente de los
sentimientos de Bella por él, y sin duda debió aprovecharse de ello. Tal vez,
el sentimiento de culpabilidad hizo recuperar la cordura a Bella, que incluso
quiso confesárselo todo a su hermana. ¿Habría amenazado entonces Gigandet con
decide a su esposa que Bella había tratado de seducirlo?
Cuando llegó a lo
alto de las escaleras, Kaure se acercó a Edward con un teléfono. Era su madre,
Esme que estaba muy excitada por la noticia que acababa de darle su marido.
Edward no dijo una palabra mientras su madre sugería que la ceremonia civil era
solo para los infieles y le pedía que llevara a Bella a Estambul para celebrar
una boda como era debido. A continuación, se puso su abuela para decide lo mismo,
y Elizabeth, su bisabuela, fue más radical al sugerir que había que organizar
otra boda y actuar como si la ceremonia civil nunca hubiera tenido lugar.
—Lo que queráis... —murmuró
Edward, apenas capaz de prestar atención.
—¿Te encuentras bien?
—preguntó Elizabeth al captar con su sagacidad habitual cierta reticencia en el tono de su bisnieto.
—Sí —mintió Edward.
—Trae mañana a Bella
a casa y nosotras nos ocuparemos de todo.
En cuanto colgó,
Edward olvidó la llamada y se encaminó inconscientemente al bar. Se sirvió un
coñac con mano temblorosa mientras sentía que la rabia recorría su cuerpo como
lava ardiendo. ¿Pero qué iba a decirle a Bella? ¿Acaso tenía algún sentido que
le dijera algo?
Porque, tres años
atrás, él simplemente había aparecido como un segundón en la vida de Bella.
Reconocer aquella humillación hizo que un sudor frío cubriera su frente. Pero,
era evidente. Todo lo que en el pasado lo había desconcertado respecto a su
relación con Bella encajaba ahora en su sitio; su aversión a que la tocara, su
sorprendente rechazo a ir a visitar a su familia... Cuando la conoció en Londres,
debía estar tratando de superar su amor por el marido de su hermana, y salir
con él solo debía haber formado parte de aquel esfuerzo.
Aunque Bella le
hubiera dicho recientemente que entonces lo amaba, solo debía haberlo hecho en
su afán por olvidar un amor que aún la hacía sentirse culpable. ¿Cómo podía
haberlo amado cuando era evidente que era a James a quien aún quería entonces?
Sin embargo, Bella sí lo quería a él ahora, se recordó obstinadamente. ¿Pero
languidecía aún por Gigandet en algún rincón oculto de su corazón? ¡El hecho de
que hubiera roto la relación no significaba que hubiera dejado de amarlo y que
no fuera a tratar de salvarlo si surgía la oportunidad! ¿y cómo reaccionaría
cuando Gigandet fuera a la cárcel? Edward soltó el aliento al pensar aquello.
Pero Bella era suya, se recordó. Nada ni nadie iba a interponerse en aquella
realidad. Bella era su esposa.
Se sirvió otro coñac.
No diría nada... ¡No podía decir nada! Enamorarse del hombre equivocado no era
un crimen. De hecho, parecía que Bella se había comportado exactamente como
debería haberlo hecho dadas las circunstancias; no había habido aventura
amorosa. Se había ido de casa y había permanecido alejada para resistirse a la
tentación. Debería sentirse orgulloso de ella por ello, se dijo Edward, casi
con rabia. Pero aquello era algo que aún sentía lejano. Aún se sentía
demasiado desolado por lo que había escuchado.
Tensa y pálida, Bella
fue en busca de Edward. Estaba en la basada, mirando por la ventana. En
seguida percibió la rigidez de su postura, la tensión de sus anchos hombros.
—Supongo que a tu
familia le ha disgustado que te casaras con una mujer a la que no conocían... —dijo,
asumiendo que aquel era el motivo por el que no había vuelto a la pérgola.
Edward cerró los ojos
un segundo antes de volverse.
—No, nada de eso. Además,
aunque brevemente, conociste a mi bisabuela.
—Probablemente
pensarán que has cometido el mayor error de tu vida al casarte de forma tan repentina
con una desconocida —sugirió Bella, decidida a enterarse de lo peor.
Consciente de que lo
estaba mirando, Edward hizo un esfuerzo por concentrarse.
—Le he contado a mi
padre que nos conocimos hace unos años. Lo que ha causado cierto revuelo ha
sido lo de la ceremonia civil... creo.
Bella frunció el
ceño.
—¿Crees?
—Me temo que he
prometido llevarte mañana a Estambul.
—Oh... —Bella se
mordió el labio inferior, inquieta—. Tengo algo que decirte. James acaba de
llamarme al móvil.
Impresionado por su
sinceridad, Edward la miró sin decir nada.
—¡No le he dicho que
vas tras él! —continuó Bella rápidamente—. Suele salir con mis sobrinas los
viernes por la tarde, y supongo que alguna de ellas le ha mencionado que
estaba aquí. Supongo que eso debe haberlo asustado, así que le he dicho que he
venido para poder informar a Alice de las principales rutas turísticas de
Turquía... También he mencionado que nos habíamos casado...
Sin decir nada;
Edward avanzó hacia ella, la abrazó y la besó apasionadamente, hasta que todo
pensamiento sobre su ex cuñado abandonó su mente.
—Por mí no hay
problema si quieres hacer una costumbre de esto... —murmuró, Bella con los
labios enrojecidos mientras Edward la llevaba en brazos al dormitorio. Un vago
recuerdo de la llamada de su ex cuñado pasó por su mente—. ¿No te
molesta que James haya llamado?
—En absoluto. Es lo
lógico —Edward logró simular una despreocupación que estaba lejos de sentir—.
Pero no hablemos de él en nuestra noche de bodas, güzelim.
—En nuestra tarde de
bodas —Susurró Bella, inmensamente agradecida por su reacción.
- - - OoO - - - OoO - - - OoO- - - OoO - - - OoO - -
Aquí está el nuevo capítulo. Posiblemente el domingo suba uno nuevo.
Acuerdense que en el proximo aparece la familia de Edward!!
Besos y lean el nuevo capítulo de Siempre fuí tuya!!